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Historia

“Si recuperamos la memoria, los orígenes, la historia; el presente se encuentra con el pasado y se construye con el mañana.
Entonces lo cotidiano se hace dinámico, rico, transformador. En esa recuperación hay hombres y mujeres que construyen una historia, un origen, un encuentro (…) La historia hecha por hombres y mujeres desde sus tiempos, sus preocupaciones, desde sus vidas cotidianas, es motor que ayuda a redescubrirnos como seres capaces de la transformación”.

(Nota “Poco ruido, muchas nueces”, de Gustavo Peyrotti. Revista Encuentro N° 10, 2000)

Los primeros abrazos…
El Movimiento Artístico Popular Argentino (MAPA): cuna de Encuentros

Fueron bailarines inquietos quienes acompañados de otros artistas plantaron la semilla para que naciera Encuentro nacional Cultural de San Antonio. A partir de lo que Curita Sánchez1 caracteriza como “un nomadismo”, entre 1990 y 1991 los artistas protagonistas de este momento de la historia participaron en distintos espacios culturales en diversas provincias del país. En febrero de 1990, Karina Rodríguez se encontró en la Chaya en Chilecito (La Rioja) con Silvia Zerbini, la profesora de danzas de su niñez.
En otra oportunidad, Silvia, ‘el Negro’ Valdivia, Karina e integrantes riojanos del grupo Los Amigos viajaron a Santiago del Estero con motivo del cumpleaños de ‘Doña Luisa’, más conocida como ‘la abuela de Los Carabajal’. Así lo describe el Negro: “Eran multitudinarios, estaban todos los Carabajal. Poníamos la carpita, cocinábamos juntos”. En dicha ocasión, el grupo que había viajado desde Córdoba conoce al músico santiagueño Jacinto Piedra. El grupo tenía planes de continuar su viaje hasta Humahuaca a la celebración del Éxodo Jujeño; Jacinto organizó una peña y donó lo recaudado para costear el traslado al norte. En Jujuy, el grupo de artistas se reúne con los músicos Pablo Rivero y Julio ‘Bicho’ Díaz.

En enero de 1991 sucedió otro evento significativo de esta historia. S. Zerbini visitó Córdoba para hacer el Taller Abriendo Ventanas, duró dos fines de semana. Este nuevo espacio posibilitó el encuentro -ya en Córdoba- entre bailarines que coincidían en sus expectativas en torno a esta otra manera de vivir la danza. El Taller Abriendo Ventanas -cuando su creadora se fue- continuó como un espacio semanal en La Casa del Arte (ubicada entonces en la esquina de las calles 25 de Mayo y Maipú)2, quedó bajo la coordinación de Karina Rodríguez, Miguel Cornejo y otra mujer oriunda de Carlos Paz. Entre los participantes estaban: Aldo Corso, Oscar Aguilera, Julio Paz, Silvia Loiácono, Guillermo Ré, Darío Ferreyra, Mónica Frassón, entre otros. Motivó una experiencia de comunicación en vivo entre bailarines y músicos, modalidad poco explorada hasta entonces.

El Encuentro que se realizó en Chilecito tuvo lugar también en 1991. A partir de ahí se continuó la realización de otros en distintos puntos del país: Deán Funes, Córdoba, Cosquín, Santiago del Estero, La Rioja, Sanagasta, Chilecito, Catamarca, Jujuy, llegando a pueblos recónditos de distintas provincias que habitualmente quedaban por fuera de los grandes circuitos de producción y difusión del folklore.

Dice Karina: “estábamos haciendo más o menos lo mismo”: en Santiago del Estero estaba Juan Saavedra; en Jujuy, Bicho Díaz y Pablo Rivero; en la Rioja, Silvia Zerbini y en Córdoba ‘el Nergo’ Valdivia y Karina. Comenta al respecto ‘el Negro’: “Había una necesidad de encontrarnos y eso fue lo que se produjo, un encuentro y una movida muy grosa, que antes a lo mejor estaba dispersa, estar estaba, pero estaba muy individualizada”.

Se había fundado un nuevo tipo de espacio cultural: con improntas distintas a los festivales, las competencias, las peñas, los espectáculos. Así empieza a concretizarse la Red de Encuentros Culturales que cobra visibilidad en aquel contexto con el nombre Movimiento Artístico Popular Argentino.

No necesariamente de manera consciente, empezaban a gestar una manera propia, en común, de pensar y vivir el arte en general. ¿Cuáles eran las ‘pistas’ tras las cuales creaban su concepción y experiencia del folklore? Afirma Karina lo que experimentaban con la danza:

Era romper el código del aprendizaje más tradicional de la academia basado en la copia del que se pone adelante y los demás debemos imitar y era una propuesta de buscar una danza de cada uno, como más de adentro hacia afuera (…). Estaba como en jaque la idea de qué era lo tradicional (…). Acá al estar en contacto con esas expresiones folklóricas vigentes pero de tierra adentro, o de las provincias del interior, te dabas cuenta que la tradición estaba viva. Que no tenía que ser algo anquilosado del pasado sino que había cosas del pasado pero re significadas en el presente (…), estábamos bailando taquirari en la plaza de San Salvador (…) Alguna sayita, el carnavalito estaba a flor de piel. No era cosa de un libro, la gente lo tenía ahí cotidiana. Lo mismo que en Santiago, todo el mundo bailaba chacarera… Era algo que estaba vigente, vivo. (Karina Rodríguez).

Por un lado, aparece esta búsqueda más de adentro hacia fuera, senda nueva de exploración, opuesta al de la copia o imitación. Empezaban a hacer prevalecer la expresión artística personal por sobre la perfección o ‘adecuación’ del movimiento al de la norma consagrada. Esta búsqueda de adentro hacia afuera posibilitaba la expresión en plural de los cuerpos, ya no todos iguales, sino diversos.

Por otra parte, los sujetos empezaban a poner en cuestión la idea aprendida de la tradición ‘atada’ al pasado, a lo viejo, lo antiguo. Estaban escribiendo ellos mismos -con sus cuerpos- su versión de la tradición, del folklore, de la danza. Y lo hacían a partir de ad-mirar a su alrededor las maneras efectivas, las artes de hacer propias de la gente al bailar en sus vidas cotidianas.

1 Curita Sánchez es músico, tallerista y bombero voluntario; uno de los referentes de la organización del Encuentro desde sus primeras ediciones.
2 Muchos de los participantes del Taller ya se conocían de actividades de grupos scout y/o religiosos vinculados al trabajo del Movimiento de Curas Tercermundistas en la Iglesia La Cripta (Arguello, Córdoba), nucleado en especial por ‘el Quito’ Mariani. Varias de las personas entrevistadas, protagonistas de estos circuitos culturales, reconocen a La Cripta como un antecedente común que confluyó luego en el ENCSAA, junto con otras vertientes que lo nutrieron.

El Encuentro Nacional Cultural de San Antonio de Arredondo: los primeros años

Encuentro 1992

En el marco del MAPA, surge en 1991 el 1° Encuentro de San Antonio. Fue precisamente en el regreso de la participación de los bailarines cordobeses en el Éxodo Jujeño que Jorge Valdivia toma la decisión de hacer un Encuentro: “Todo eso hizo querer vivenciar eso mismo acá”. Y emprende la organización con la activa participación de la Comisión de Padres de la Academia La Candelaria, de la que era profesor, y con el apoyo -desde la distancia- de Silvia Zerbini y de Jacinto Piedra.

Encuentro 1999

En el mes de octubre de ese año el músico santiagueño fallece en un accidente automovilístico. Karina Rodríguez describe lo significativo que este hecho fue para el núcleo de artistas del MAPA: “Fue muy fuerte la muerte de Jacinto también allá en Santiago. Un mito que moría, todo lo que habían significado los MPA (Músicos Populares Argentinos) para quienes empezábamos a bailar era como otro código musical. Bueno, como que la muerte de Jacinto fue un ícono muy importante”. Como efecto del fatal acontecimiento y para perpetuar su canción poderosa, el escenario mayor del Encuentro de San Antonio es bautizado con el nombre del artista: Escenario Jacinto Piedra.

El 8, 9,10 y 11 de diciembre de 1991 tuvo lugar el 1° Encuentro de San Antonio, teniendo como casa a la Escuela Juan José Paso y a un predio baldío a lado de esta como patio y sitio del escenario en la cual Jorge Valdivia trabajaba -y trabaja todavía- como portero.
Difícil es imaginar al Encuentro de San Antonio en aquellos años: sólo participaban entre 100 a 300 personas… Por esto era frecuente que los mismos grupos (de danza o música) subieran dos veces al escenario, porque no eran muchos. Las actividades eran muchas menos que en la actualidad y en ellas participaban casi todos los presentes. Expresan Curita y Jimena Sánchez:

Antes, cuando había menos gente, desde el grupo organizador teníamos tiempo de pasar durante el día y decir: ‘hola ¿Recién te llegás? ¿De dónde sos? Ah, bueno ¿Sabés cómo es esto? mirá, podés armar la carpa acá, vení, tomá mate’. Ahora ya no podemos hacer eso porque constantemente llega gente. (Curita)
Antes todos nos conocíamos la cara y todos nos conocíamos el nombre, está bien que somos muchísimos ahora. Me parece que todos sabíamos qué propuesta tenía más o menos cada uno (Jimena)

Encuentro 1992

 

Hacia 1994 se crea la revista “Encuentro”. En el número 10 (2000) aparece una nota titulada “Poco ruido y muchas nueces”, donde Gustavo Peyroti, vecino y miembro del grupo de la organización del evento, difunde y reflexiona sobre los haceres anónimos de los organizadores. Estas familias de la Academia La Candelaria, al momento de ‘ponerse al hombro’ la preparación del Encuentro ya contaban con experiencia en organizar eventos (especialmente peñas). Sin embargo, esto era otra cosa... Expresa el Negro el desafío que tenían entre manos:

 

Para nosotros era una nueva experiencia, nosotros veníamos realizando muchas actividades durante el año (…) sin darle la importancia necesaria a la expresión popular, a la identidad cultural. Esto de garantizar un Encuentro tenía que ver con otra visión de la cultura, era otro el panorama que se nos presentaba, tenía que tener otras características, características propias que hicieran de esto un verdadero ‘Encuentro’. (Encuentro N°1, 1994:4)

De algún modo, el referente ya había experimentado lo que se pretendía reeditar en San Antonio. Pero los miembros de la Comisión de Padres no sabían de qué se trataba; sin embargo, acompañaron la iniciativa del referente, aunque no sin tensiones, disconformidades y ciertos alejamientos de algunos participantes.
Encuentro 2000 Puede advertirse ya en aquellos años de nacimiento del Encuentro el importante papel que tenían los afectos para el grupo de organizadores, que los motivaba a sostener su participación:

Hay días que dormimos dos o tres horas porque no queremos dejar solos a los demás trabajando.
Lo que sucede es que el otro nos espera. (Ana García)
Nos cuesta estar afuera, uno se siente mal si no está en la cocina (Chita Britos) (Encuentro N° 10, 2000: 9)

Estos sentimientos muestran cómo -ya desde aquellos comienzos, en plena década de profundización del neoliberalismo- los padres y madres de La Candelaria realizaban juntos las acciones, en cooperación. Esta afluencia de afectos, solidaridades y el sentimiento de pertenencia al grupo propiciaban/eran propiciados por una experiencia festiva y de disfrute, como analiza Maxi Ibáñez, poeta, vecino de Mayu Sumaj y referente actual del Encuentro:

Trabajar gratis porque les gusta, porque es un momento de fiesta, porque la gente de la academia La Candelaria se desprendía de su trabajo. O sea, eran padres, albañiles, empleadas domésticas, vendedores de pan casero, el portero de la escuela era el Negro Valdivia, lo sigue siendo. O sea, gente que también se distendía de sus otras obligaciones y era su momento de fiesta ¿No? Eh, a pesar de que estaban cuatro días revolviendo una olla de locro o acarreando freezers. Este, tiene que ver con eso, digamos, hay una cuestión de identificación y de alegría.

Algunos de los objetivos que el grupo de organizadores se había propuesto:

Crear un espacio (…) enseñando y aprendiendo todos de todos, aprender a conocernos principalmente como seres humanos, relacionando e integrando distintas expresiones culturales, promoviendo el intercambio de ideas, posiciones y conceptos.
Determinando que el lugar para las comidas sea el mismo para todos, donde todos cocinan, se sirven, comparten (Encuentro N°1, 1994:4)
Que eso lo pudiera ver la gente de la zona, para que entendiera que, aparte de las academias y todo lo que se ve en Cosquín y en los festivales que hay muchos, había otra forma de hacer arte o de transmitir lo que es el folklore. (Curita)

En la 3ª edición del Encuentro (1993) los organizadores percibieron un incremento en la participación: “Apenas comenzado el Encuentro, podíamos advertir la masiva participación de la gente, que aparecían con sus sillas y mesa dispuestos a disfrutar y participar del variado espectáculo que ofrecían las delegaciones.” (Encuentro N° 1, 1994:17). También para esta ocasión se registró mayor concurrencia de asistentes a los talleres. Por otra parte, se hizo presente gente que no había sido invitada, cuestión que señala el comienzo de un crecimiento numérico en la participación que no cesaría en lo sucesivo hasta masificarse.

Las formas organizativas no siempre fueron iguales:

La cuestión de la organización, que antes era más cerrado, o sea, nosotros organizábamos, los otros venían. (Carmez Sánchez)
Era chico el buffet atrás del colegio y si llegaba a entrar algún desconocido que quería ayudar lo sacaban pero rajando… (Beco Sánchez)
De alguna forma tratábamos de ser anfitriones en un montón de cosas y resolverle problemas a mucha gente que venía y que te preguntaba esto o aquello. Y desde que llegaron ellos (había mencionado a Máximo Arias y a la ‘Negrita’), digamos, de alguna forma se instauró esto de: ‘lo que necesites, procurátelo vos’. O: ‘¿Querés participar? pregunta qué hay que hacer’. ¿Viste? Y ellos se encargaron como de transmitirlo con la actitud, viste. Nosotros lo pretendíamos pero… y a partir de ellos nosotros aprendimos que había que pedirle a la gente que se hiciera cargo de un montón de cosas. (Curita)

Como afirmaba Curita, las prácticas de apropiación de algunos participantes mendocinos llevaron a que los organizadores empezaran a asumir una actitud de mayor apertura hacia el involucramiento de la gente. La llegada del Máximo es considerada por algunos protagonistas de aquel entonces como un hito que produjo algunas modificaciones importantes en esto de dar espacio a los demás para que también sintieran propio el Encuentro.

Desde un comienzo el Encuentro fue gratuito. A diferencia de las manifestaciones capitalistas de la cultura-mercancía que proliferaban en aquellos años en el país, El Encuentro apaostó a concretar el proyecto de habitar espacios en ciertos aspectos por fuera de las lógicas del lucro y los intereses egoístas.

La política de autofinanciamiento -a través de la venta del buffet instalado por la noche- fue una decisión grupal importante para no depender de la ayuda económica -siempre incierta- de las comunas de la zona:

Encuentro 1999

Y realmente ahí fue donde el Encuentro tomó la decisión propia de autogestión. Creo que hasta el día de hoy, cuando charlamos de estas cosas decimos, fue lo más acertado. Porque, o sea, ahí se demostró de que realmente se podía hacer el Encuentro solos, se podía autogestionar. Más allá de que hubo años en que se complicaba eso (…) Hubo años en que llovía una, dos noches y bueno, ahí se producía un hueco económico que había que, después, durante el año, organizar peñas para poder pagar las deudas (…). Pero así y todo, digamos, se pudo sostener el espacio, porque siempre estuvo la voluntad de la gente, también a la que le comprábamos la mercadería, de hacernos el aguante. (Curita)

En relación a lo artístico…

Lo más importante que intentaba promoverse era que el arte no debía considerarse como una actividad reservada con exclusividad a un sector privilegiado y dotado de condiciones "naturales" para su ejercicio sino a partir de un criterio democratizador: como una actividad inherente al ser humano, como parte de la vida cotidiana de todos.

Varias de las expresiones exploraban en la senda de un folklore alternativo, que buscaba fusión con otros campos musicales y dancísticos, en muchos casos con la recuperación de las raíces indígenas. Sin embargo, la propuesta en tanto oferta cultural exponía una gama donde también había agrupaciones ligadas a los modelos clásicos del folklore, numerosas academias como el Ballet de Cosquín, las Academias La Calandria, La Cautiva, el Ballet San Lorenzo, entre otros. Un tipo de espacio cultural -las academias- que a través de los años dejó de asistir al evento.

Afiche 2009

 

Hacia mediados de los noventa nuevos espacios culturales de la ciudad de Córdoba -algunos generados y/o coordinados por los bailarines protagonistas del Encuentro- empiezan a formar parte de él: el Taller de Resistencia Cultural (TARCU) del Centro de Residentes Correntinos Cohen Botá, el Taller de La Cripta, el Taller del Sol, entre otros. Este último, gestionado de manera horizontal, congregaba a centenares de jóvenes estudiantes de la UNC oriundos de distintas provincias que traían su musicalidad, sus costumbres y las resignificaban, como recuerda Karina Rodríguez “en el cemento de la gran urbe”. Para esta época también empiezan a realizarse las peñas en el Comedor Universitario y la gente empezaba a bailar:

Cuando nosotros hemos empezado a cantar no bailaba nadie. Eran las academias de chicos, con sus trajes, con sus padres atrás y era eso la danza, limitarse a eso. Y ha habido gente como Juan Saavedra, Silvia Zerbini, el Negro Valdivia, que le han puesto otra impronta. Que han empezado a hacer talleres de folklore, de danza y han empezado a darle soltura, libertad y a desmitificar esto de bailar folklore. Y ha habido una gran crisis, transformación… Nosotros ahora, hoy por hoy, a donde cantemos se llena de gente bailando y de gente que baila muy bien y de gente que baila muy mal. Se llena de gente bailando. (…) Hoy por hoy una peña es un evento donde se baila y donde se canta. (Roberto Cantos, Dúo Coplanacu)

 

 

Fue una época de gran dinamismo y fluidez de gente en torno a estos espacios culturales. El Encuentro de San Antonio tuvo un papel fundamental como espacio, justamente, de “encuentro” de aquella juventud.

Una nota titulada “Red de Encuentros” anuncia:

La experiencia de los Encuentros se va multiplicando año a año. Hay cada vez más valientes que se animan a asumir la responsabilidad de brindar el corazón para que podamos acercarnos y compartir en distintos puntos del país. Cada cual con sus características propias, los Encuentros mantienen un eje en común, un mismo hilo con que se van tejiendo (Encuentro N° 10, 2010:4).

Encuentro 2011

Es especialmente durante la década de los 90 donde esta autodenominada Red de Encuentros se mantuvo con activos intercambios. Posteriormente, si bien los distintos espacios de aquella época que sobrevivieron siguieron teniendo vinculaciones, lo que ellos llamaban red empezó a ‘diluirse’, a desaparecer en cuanto tal. Sobreviven -podríamos decir- algunos lazos bidireccionales. Algunos fueron desapareciendo por diversos motivos, como el Encuentro Cultural de Villa del Dique que sufrió la censura -en plena democracia- del gobierno municipal de turno. Aunque en el año 2010 pudo retomar su actividad y en la actualidad se realiza, cada septiembre.

Otros Encuentros Culturales surgidos con posterioridad -el Encuentro del Pantano (Cerro Colorado), el Encuentro Río Tercero “No Durmai”- tomaron la posta de aquella red…

Y el Encuentro de San Antonio siguió creciendo

Hasta el año 1996 inclusive el evento continuó efectuándose en el predio cedido por la Escuela Juan José Paso. En 1997 se contó con otro lugar y al siguiente año (1998) los referentes consiguieron, en préstamo, el campo propiedad de La Posada del Qenti, donde comenzó a realizarse hasta la actualidad.

De allí en más el Encuentro creció en cantidad de participantes, de actividades, de números artísticos. Todo esto llevó aparejado para los organizadores desafíos crecientes en materia de infraestructura, de preparación de alimentos, para garantizar que la ‘casa’ albergara a todos quienes quisieran quedarse en ella cada segundo fin de semana de diciembre.

Hubo referentes fundamentales que fueron faros en distintos aspectos de la experiencia. Sólo nombramos a los que ya no están presentes físicamente entre nosotros: Máximo Arias, la Martita, Titi Rivarola, Lidia Conti. Muchos otros siguen construyendo, aprendiendo y enseñando silenciosamente con el ejemplo, cada noviembre en que preparamos y vamos disfrutando al mismo tiempo el evento, cada diciembre en que nos congregamos como comunidad.

Encuentro 2002

En los últimos años se enriqueció y diversificó la propuesta cultural. Hay una fuerte presencia de las cosmovisiones, música y danza de raíz afro, a diferencia de antes, y pervive la valorización de lo indígena. También el sonido eléctrico del rock, el regaae y el rap están presentes. La cumbia y el cuarteto.

Ahora tenemos biblioteca ambulante. Continuamos amando y cuidando a la naturaleza. Aún cocinamos y buscamos compartir la mesa.

Ahora reflexionamos temáticas que antes no estaban en la agenda: los abusos del código de faltas, problemáticas de género, la depredación ambiental…

Ahora es diferente. Tenemos nuevos desafíos. Pero la misma necesidad de Encontrarnos.

Y el fuego del Rincón Cuyano sigue prendido.

Lo más importante: que aunque decidiéramos no organizar nada, el Encuentro se desarrollaría igual. (…) Con o sin escenario, con o sin sonido, se encenderían los fogones para alumbrar ese mapa que durante estos años tejimos junto a los compañeros que con un mismo espíritu, en otros lugares, organizan otros encuentros o simplemente participan de ellos. (Encuentro n° 11, 2001).

Fuentes consultadas:

  • Revistas Encuentro
  • Entrevistas realizadas por Claudio Díaz, Natalia Díaz, Geral Maurutto, Flor Páez.
  • Libro “Bailar en San Antonio. Testimonios y reflexiones del Encuentro Nacional Cultural de San Antonio de Arredondo” (2012). EDUVIM, Villa María.